El
Anuario SGAE 2011 nos ofrece ratios muy distintas para el conjunto del Estado
durante el año 2010 (el último publicado): 0,36 espectadores por habitante y un
gasto medio de 5,38 euros.
A
simple vista parece que los habitantes de Barcelona van mucho más al teatro que
el resto de los ciudadanos españoles, pero todos sabemos que Madrid y Barcelona
atraen a espectadores de su entorno por varios motivos, entre otros, la gran
concentración de oferta en cantidad, diversidad y novedad. Se estima que las
programaciones de proximidad de un área geográfica de 50 km alrededor de
Barcelona sólo retienen el 20% del consumo escénico y que el 80% se realiza en
la ciudad condal. Si consideramos que un 70% de la población de la CCAA va a
ver teatro a Barcelona (el triple de los que viven allí), la ratio sería de
0,57, acercándose mucho a la media estatal que la SGAE aporta. Considero que podemos
establecer la media redondeada de 0,50
espectadores por habitante como base de cálculo proyectivo.
Este
índice nos podría servir para planificar la oferta escénica de proximidad
sostenible en España. Podemos contar también con algunos datos más del 2011 aportados
por Adetca: una media de 213 representaciones anuales por sala y de 230,9
espectadores por representación.
A
partir de estos datos podemos construir una hipótesis de trabajo que nos sirva
de base de reflexión: si establecemos que el standard de un teatro de proximidad es de 400 localidades y tiene
capacidad para programar 150 representaciones cada año (3 por semana) con una
ocupación media del 60% y un índice de consumo del 0,50 espectadores por
habitante, para una población de 48 millones de ciudadanos se necesitan 666 teatros. La cifra resulta curiosa,
algo diabólica. Pero, más allá, de su valor simbólico, nos dice que un teatro de proximidad de 400 localidades puede
cubrir la demanda de un área geográfica de 72.000 personas.
Esta
simple proyección numérica nos dibuja un marco de planificación para saber qué
infraestructuras escénicas son sostenibles, cuáles deben pasar a formar parte
de ofertas integradas, y dónde hay un déficit infraestructural. Aplicando esta
lógica, los municipios con espacios escénicos y poblaciones por debajo de los
72.000 habitantes deberían agregar sus programaciones para hacer una oferta
integrada sostenible.
Detrás
de estas cifras basadas en la frialdad de los números está la invitación a planificar racionalmente la
oferta escénica pública de proximidad. Hasta ahora nos hemos basado en la iniciativa
espontánea de los gobiernos locales, y esto ha permitido tener un universo de
infraestructuras escénicas de notable calidad y con una aceptable distribución
territorial. Pero la sobreoferta de infraestructuras y la reducida capacidad de
sus titulares de financiar los déficits de explotación con recursos públicos,
nos lleva a la necesidad de diseñar una red
pública de teatros de proximidad con criterios de sostenibilidad. En paralelo deben existir los teatros privados que
se concentran en las grandes ciudades, y los teatros nacionales o autonómicos
que responden a otras lógicas.
La red
pública estará formada, en primera instancia, por teatros de titularidad pública gestionados de manera directa o
indirecta (a través de operadores privados). Pero también pueden formar parte
de ella teatros concertados.
Aprovecho la ocasión para abrir la reflexión sobre la conveniencia de abrir una
línea de teatros de iniciativa privada y voluntad de servicio a la comunidad
que se incorporen a la red pública como teatros concertados, de una forma
parecida a como se incorporaron en el sistema educativo la escuelas concertadas.
Estas escuelas son de titularidad privada, forman parte de la oferta pública de
plazas escolares y comparten el mismo procedimiento y criterios de acceso que
las escuelas públicas. En sus órganos de gobierno hay representantes de las
administraciones locales. Es cierto que las escuelas concertadas no están
exentas de polémica, sobre todo por su instrumentación por parte de los poderes
económicos o religiosos, pro nadie niega la validez del modelo.
En el
sector de las artes escénicas nos podemos plantear la creación de esta figura
jurídica para valorar sus potenciales beneficios e inconvenientes. Esta figura
permitiría consolidar la trayectoria de
teatros de iniciativa privada arraigados en el territorio con voluntad de
servicio a la comunidad. Como teatros del sistema público deberían contar
con ayudas estructurales más sólidas y estables que las que se obtienen en el
actual sistema de subvenciones.
Creo
que el diseño técnico de una red pública
de teatros de proximidad, públicos y concertados, con criterios de
sostenibilidad nos permitiría abrir el debate para valorar si es un buen
camino para consolidar una oferta escénica estable y de calidad, evitando la
incertidumbre del momento actual.
Jaume Colomer
Publicado en Artez
www.artezblai.com
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