22 de febrer del 2011

Debemos abandonar nuestra dulce cautividad?

El sector de las artes escénicas se ha transformado profundamente durante las tres últimas décadas. La capacidad de iniciativa de los agentes privados, forjada ya en los tiempos del teatro independiente, ha permitido el intenso desarrollo de la oferta escénica, pero sin los recursos aportados por las Administraciones Públicas el crecimiento de la oferta no hubiese sido posible. El sector ha crecido intensamente sin un modelo de desarrollo predefinido y en un marco altamente proteccionista. Lo importante, sin embargo, es que ha habido desarrollo.
Aunque el Valor Añadido Bruto del sector escénico sea relativamente pequeño (los datos nos dicen que en España el año 2004 fue el 3,7% del VAB del sector cultural, y éste un 3% del global) ahora las artes escénicas son un sector con perspectivas de futuro. Sin embargo, las perspectivas no garantizan nada, sólo son perspectivas. Vienen tiempos difíciles, y para afrontar con posibilidades de éxito el futuro debemos adoptar un modelo de desarrollo que sea sostenible.
Qué significa desarrollo sostenible en un sector concebido como servicio público y, por tanto, no sometido a las leyes de mercado? Por un lado, que la oferta de producciones escénicas se equilibra con la demanda para evitar un bloqueo del sistema por sobreproducción y, por otro, que el modelo de financiación no agota los recursos disponibles.
Las políticas de fomento han conseguido un incremento importante de producciones, funciones y recaudación. El incremento de unidades de producción (la mitad de las actuales han surgido en la última década) y de productividad ha llevado a los productores a proponer a los exhibidores que doblen la oferta de funciones, compartiendo el riesgo económico, aunque éstos dudan de que haya públicos para incrementar sustantivamente la programación. En cultura siempre habrá una cierta sobreproducción estructural, pero en el sector escénico actualmente hay, además, una sobreproducción inducida por las políticas aplicadas que se han basado en el paradigma de la democratización cultural.
Para conseguir el desarrollo de públicos habrá que inventar nuevas fórmulas porque la experiencia nos dice que el marketing es necesario pero no suficiente. Si hay mercado se pueden propiciar intercambios, pero si no hay mercado hay que crearlo.
También hay que cambiar el modelo de financiación. Un crecimiento dependiente del incremento de recursos públicos es un modelo frágil e insostenible porque éstos no sólo no podrán crecer al mismo ritmo que hasta ahora sino que, seguramente, van a decrecer fruto de la reducción de los ingresos por fiscalidad. Si no cambiamos el modelo, el decremento o congelación de recursos públicos destinados a artes escénicas llevará a la supervivencia de los más fuertes (no necesariamente de los más grandes) aplicando el criterio de la selección natural, pero seguramente reducirá la biodiversidad y borrará del mapa estructuras de producción frágiles de gran valor público. Debemos buscar nuevas fuentes de financiación. Pero también hay que diversificar las modalidades actuales basadas en la subvención a fondo perdido (que estimula el déficit) en ayudas reintegrables (que favorecen la viabilidad). Las ayudas reintegrables tienen dos virtudes: fomentan la cultura de la viabilidad y la preocupación por los públicos, y son fondos que no se agotan, como las energías renovables.
Las Administraciones Públicas, impulsoras de políticas de incremento de la producción, deben ahora, por responsabilidad, tutelar su consolidación. Y la consolidación del sector significa resolver algunas asignaturas pendientes como la reducción de la presión fiscal (IVA e impuesto de beneficios), una mayor flexibilidad en temas de contratación laboral y seguridad social, y la mejora de la ley de patrocinio y mecenazgo para que signifique un incentivo real en la destinación de fondos privados a las artes escénicas. También debe invertir en el desarrollo de la demanda por lo menos con la  misma intensidad que lo ha hecho en el desarrollo de la oferta. A medida que se resuelvan estas eventualidades el sector podrá ir abandonando la tutela de la Administración.
Centrase en el fomento de la demanda y adoptar un modelo de financiación menos proteccionista da una cierta pereza. La cautividad es muy cómoda porque da sensación de seguridad. Pero el pan de hoy no nos evita el hambre de mañana. Para afrontar con éxito el futuro tenemos que abandonar nuestra dulce cautividad. No hay otro camino. Debemos apostar por la innovación que siempre comporta una cierta dosis de riesgo. El riesgo controlado nos llevará a la consolidación, aunque suene a paradoja. Sin otro afán que el de incitar a una cierta reflexión de futuro, propongo reflexionar sobre cuatro líneas de innovación que sólo citaré y ya desarrollaremos en otro momento.
En primer lugar tenemos que avanzar hacia escenarios de mayor autonomía financiera. Hay que reducir la dependencia de los presupuestos públicos a partir de nuevas fuentes y modalidades de financiación y, sobre todo, a partir de políticas de desarrollo de públicos.
En segundo lugar debemos apostar por la concentración empresarial de recursos para generar economías de escala, reducir costes e incrementar la productividad. De la tribu debemos pasar al clúster escénico. Nuestra pirámide de unidades de producción debe contar con una base sólida formada por pequeñas unidades arraigadas en el territorio que garanticen la biodiversidad y la expresión de los retos locales en los circuitos autonómicos y que sean capaces de establecer alianzas estratégicas. Pero también con una cúspide formada por algunas empresas de gran tamaño y capacidad de inversión que lideren el sector en beneficio del conjunto. El sector debe adquirir fuerza negociadora, no sólo hacia las Administraciones Públicas sino también hacia los proveedores y medios de comunicación.
En tercer lugar debemos incorporar las nuevas Tecnologias de la Información y la Comunicación en la mejora de la eficiencia de nuestro sistema de producción y, sobre todo, en la distribución de los productos presenciales. También debemos crear productos escénicos para el mercado global. Además de desarrollar productos innovadores para nuestros mercados presenciales debemos explorar nuestra capacidad de creación de productos escénicos virtuales y ofrecerlos en el mercado global ya que tenemos a los creadores que son el principal activo.
Finalmente hay que apostar por la formación y la profesionalización de las estructuras de gestión de las organizaciones escénicas. Los retos que apuntamos son complejos y la gestión de esta complejidad sólo puede estar en manos de profesionales especializados. Lo importante ya no es sólo tener un buen producto a nivel creativo, sino también gestionarlo adecuadamente en un escenario de mercado muy competitivo. Hay que generar conocimiento a partir de instrumentos de diagnóstico que nos permitan diseñar respuestas tácticas particulares a partir de los retos estratégicos colectivos.

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