9 de febrer del 2012

Pescadores en aguas revueltas

El título es una sugerencia que hizo Carlos Morán en su artículo “De axiomas y telones de fondo” publicado en el número 177 de Artez. La tesis central del artículo de Carlos es que el telón de fondo de algunos axiomas recurrentes que se están instalando en el imaginario colectivo de los profesionales de las artes escénicas, como por ejemplo que los privados gestionan mejor, es una apuesta por la privatización de las artes escénicas como único horizonte para solventar los males de nuestro sector. Es obvio que actualmente las artes escénicas son un río revuelto donde algunos pescan mientras otros chapotean y la mayoría intentan sobrevivir.
Hay empresarios sin capacidad de iniciativa ni de riesgo que intentan seguir pescando recursos públicos aprovechando el desconcierto que se está produciendo en las finanzas municipales. El desarrollo del sector escénico en España, basado en un modelo proteccionista, ha fomentado el surgimiento y desarrollo de empresas dependientes acomodadas a un statu quo basado en las subvenciones a fondo perdido y que ahora buscan simplemente cómo sacar provecho de la crisis de financiación de las programaciones estables. Aunque también hay empresas grandes y pequeñas que han mostrado su gran capacidad de iniciativa y de innovación en contextos difíciles con actitud de servicio público y que, curiosamente, no son las más favorecidas por las políticas escénicas vigentes.


También es cierto que hay ortodoxos de la gestión pública directa que chapotean en las aguas turbulentas gritando que viene el lobo y cerrando la puerta a la iniciativa privada en un marco de cooperación.
Es evidente que, como dice Carlos, la crisis ha puesto de manifiesto las debilidades de nuestro sistema escénico y que ahora tenemos la oportunidad de construir un modelo de desarrollo que apueste por un sector fuerte y solvente cambiando las estrategias proteccionistas de fomento de la producción escénica por otras que incentiven la capacidad de iniciativa y de asunción de riesgos. En este sentido hay que transformar progresivamente las subvenciones a fondo perdido en ayudas recuperables concebidas como aportación financiera del sector público a inversiones recuperables y acreditadas con planes de explotación y análisis de riesgos.
Para construir un modelo de desarrollo sectorial satisfactorio debemos responder a estas cuatro preguntas.

1.      ¿Es necesario o conveniente que el Estado intervenga en el desarrollo de las artes escénicas?
Es imprescindible. Las artes escénicas, y la cultura en general, necesitan la intervención del Estado para garantizar los derechos culturales de los ciudadanos (el de creación y el de acceso a la cultura) y evitar que “la construcción de los universos simbólicos de los ciudadanos” dependa de operadores privados (parafraseando la cita de Pau Rausell que Carlos incorporó en su artículo con un cierto reduccionismo interpretativo).
En este sentido lo que sería grave e inaceptable, como advierte Carlos, es que la Administración abandonara masivamente el sector. Todos debemos luchar para que las dotaciones económicas de las administraciones públicas destinadas a la cultura sigan aumentando hasta llegar a los parámetros medios de los países europeos de referencia porque aún estamos a mitad de camino. Sin capacidad de gasto no habría capacidad de intervención.

2.      ¿Cómo debe intervenir?
La doctrina sobre las funciones del Estado nos habla de tres niveles de intervención: la función limitativa para establecer las reglas del juego, el fomento de iniciativas con valor público, y la prestación propia o impropia de servicios públicos. Los Estados prestacionales más avanzados consideran, en general, que la prestación de servicios culturales por parte del Estado debe ser una actuación subsidiaria justificable sólo cuando la “sociedad civil” (empresas y tercer sector) es incapaz de dar respuestas satisfactorias y suficientes a las necesidades colectivas, evitando el riesgo de ingerencia gubernamental en los contenidos culturales. La obligación constitucional de los poderes públicos de garantizar el acceso a la cultura no exige la prestación directa de servicios públicos (ni su producción ni su provisión).

3.      ¿La gestión privada de los servicios escénicos de titularidad pública es la solución a los males del sector?
De ninguna manera. Es sólo una medida más, aplicable en ciertas circunstancias. Los males del sector requieren una reflexión global sobre su modelo de desarrollo. Pero en el caso de un espacio escénico de titularidad municipal en un contexto de falta de recursos para financiar una programación estable, el titular puede invitar a operadores privados del entorno a buscar formas de colaboración para poder ofrecer una programación compartida recurriendo a las figuras jurídicas vigentes como la concesión administrativa o la cesión de uso. Pero el titular sigue siendo el titular, el responsable de los servicios que se prestan en su espacio escénico, el que toma las decisiones estratégicas. En muchos sectores de actividad se han consolidado forma de cooperación estables entre el sector público y el privado que los anglosajones llaman “Publicprivate partnership” (PPP) y nosotros “Cooperación público-privada” (CPP).

4.      ¿A qué debemos llamar privatización?
Muchos se empeñan en no salir de la torre de Babel. Durante los últimos dos años tal vez la palabra “privatización” es una de las más utilizadas para defender intereses contrarios. Si queremos que haya diálogo constructivo estaría bien ponernos de acuerdo en el significado de algunos significantes y evitar su uso intencionadamente ambiguo.
Mi formación filológica me obliga a recurrir a un diccionario legitimado. La Real Academia Española dice que privatizar es “transferir una empresa o actividad pública al sector privado”. Transferir una actividad pública al sector privado comporta traspasar la titularidad o capacidad de iniciativa, y no tiene nada que ver con la gestión indirecta de un servicio público.
Comparto el miedo de Carlos a la privatización del sector de las artes escénicas como abandono por parte de los poderes públicos de sus responsabilidades constitucionales, pero considero que la gestión indirecta de servicios públicos por parte de empresas del entorno con valores de servicio público, en algunas circunstancias, puede ser una buena solución. Las estrategias PPP, en general, son las que consiguen un equilibrio óptimo entre dos objetivos: la generación de riqueza a través de la eficiencia empresarial y su redistribución con criterios de servicio a la comunidad.

Jaume Colomer
Publicado en Artez 

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