3 d’abril del 2012

Alternativas financieras y cultura de la viabilidad

El plan de negocio es un instrumento útil para empresas, para organismos públicos y para entidades sin afán de lucro para proyectar los resultados previsionales de una actividad y la estrategia para conseguirlos. Indica bajo qué condiciones la explotación de un proyecto escénico permite cubrir gastos, recuperar la inversión y, según los objetivos del promotor, conseguir beneficios económicos o de otra naturaleza.
Considero que todos los proyectos escénicos, públicos, privados o del tercer sector, deben buscar la obtención de beneficios, ya sean económicos (en forma de taquilla y de ingresos indirectos), sociales (su impacto positivo en el desarrollo comunitario), artísticos (su aportación al desarrollo de las artes escénicas como disciplina artística) o personales (disfrute de una experiencia y desarrollo personal).
Los promotores de proyectos escénicos, una vez elaborado el plan de negocio, deben elaborar el plan financiero. Hay que distinguir entre la financiación de la inversión y la cobertura de los eventuales déficits de explotación.

Las fuentes de financiación para cubrir los eventuales déficits de explotación de un proyecto, podemos contar con la taquilla y los demás ingresos que aportan los beneficiarios directos, el patrocinio y el mecenazgo que aportan particulares y empresas, y los recursos públicos a fondo perdido que aporta la comunidad por el valor público de las prácticas escénicas. El porcentaje de cada fuente dependerá de las características del proyecto y de su valor público. Pero por la dimensión pública de las prácticas escénicas será lógico que la mayoría de las veces la comunidad aporte recursos para facilitar su viabilidad.
Los instrumentos de financiación de las inversiones escénicas son tradicionalmente los recursos propios, los créditos bancarios y las subvenciones. Pero la reducción de fondos o la restricción de aportaciones de los instrumentos tradicionales ha provocado que las pyme hayan explorado las oportunidades que les ofrecen los que se denominan alternativos: los Business Angels, los préstamos participativos, el mercado bursátil alternativo, el capital-riesgo, los préstamos bancarios intermediados (ICO) o las sociedades de garantía recíproca. De todos ellos consideramos que los que ofrecen más oportunidades a las organizaciones escénicas son los préstamos ICO,  las SGR, las entidades públicas de capital-riesgo y los préstamos participativos.
Hay que tener en cuenta que las necesidades financieras son distintas según la fase de desarrollo de un proyecto. Podemos distinguir:
-          Fase de génesis: se requiere capital-semilla para financiar la fase previa al inicio de la actividad. Los anglosajones llaman a este tipo de financiación “Family, friends and fools”. El alto riesgo de esta fase (llamada en la disciplina económica “valle de la muerte”) no permite contar con productos financieros convencionales.
-          Fase de arranque: se requiere capital de personas que se impliquen emotivamente en el proyecto y estén dispuestas a asumir altos riesgos como los Business Angels.
-          Fase de crecimiento: se puede gestionar la inversión temporal de entidades especializadas en capital-riesgo, preferentemente públicas, avales de las SGR o créditos participativos.
-          Fase de desarrollo o expansión: el riesgo es bajo por el grado de consolidación de la empresa, pero la inversión en un nuevo proyecto se puede financiar a través del mercado de capitales o de estrategias de concentración empresarial. Hay que tener en cuenta que la aportación de capital por parte de terceros siempre comportará una cierta pérdida de capacidad de decisión del promotor.

Para la concesión de préstamos muchas veces se requieren avales, pero las dificultades de las pyme para conseguirlos han llevado a algunos sectores productivos a constituir Sociedades de Garantía Recíproca (SGR), entidades financieras que tienen como objetivo facilitar a las pequeñas y mediana empresas el acceso al crédito de bancos y cooperativas de crédito a través de avales que permiten tipos bajos y plazos largos. Las SGR están reguladas por la Ley 1/1994 de 11 de marzo, sobre Régimen Jurídico de las Sociedades de Garantía Recíproca. Están compuestas por socios partícipes, que pueden beneficiarse de los avales, y socios protectores que aportan recursos económicos y no pueden superar, en conjunto, el 50% para garantizar su independencia. En España hay SGR sectoriales y territoriales. Están asociadas en la Confederación Española de Sociedades de Garantía Recíproca (CESGAR) y cuentan con el apoyo de CERSA (Compañía Española de Refinanciamiento, S.A.), una sociedad instrumental del Ministerio de Industria.

Los Business Angels son inversores particulares que apuestan por proyectos innovadores en su fase de arranque. Buscan beneficios económicos y la satisfacción de motivaciones personales como el desarrollo del espíritu emprendedor o la responsabilidad social. Aportan cuatro tipos de activos: capital (siempre inferior al del promotor), experiencia (asesoramiento), trabajo (colaboración en determinados aspectos de la gestión) y contactos (que aportan confianza para alcanzar acuerdos). Focalizan su actividad en sectores innovadores, como las nuevas tecnologías, pero las prácticas culturales también son motores de desarrollo económico en las nuevas economías por su alta capacidad de innovación. Los Business Angels conocen bien el sector donde operan y esto les permite ponderar el potencial de desarrollo de un proyecto y asumir riesgos. La mayoría están agrupados en redes para intercambiar conocimiento, existiendo en España más de 40 redes tanto de carácter general como ESBAN como autonómicas o sectoriales. No hay un régimen fiscal específico para los BA pero desde el 2009 existe una proposición no de Ley que apoya esta modalidad financiera que en EEUU ha permitido arrancar a proyectos como Amazon, Google o Yahoo.

Habría que ir transformando la cultura del déficit por la de la viabilidad. La primera considera que las producciones de calidad son minoritarias, generan déficit y requieren grandes inversiones públicas. Hay que cambiar esta premisa derivada de las políticas culturales ilustradas porque no responde a ninguna lógica objetiva de una sociedad democrática. La cultura de la viabilidad nos llevará a ajustar la inversión a su capacidad de recuperación a partir de una exploración previa de la demanda. Debemos considerar la viabilidad económica de un proyecto cultural como un valor social y no un síntoma de banalidad y baja calidad. Habrá que explorar en cada proyecto los instrumentos financieros más adecuados (o sea, más asequibles y con coste más bajo) para conseguir una financiación que los haga viables. Esta es una gran prioridad del momento actual.

Publicado en Artez

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