22 de maig del 2012

¿Un sector a la deriva?


Parece que el sector de las artes escénicas ya no es tan distinto de los demás porque cada vez depende menos del arte y más de la economía. En lo único que nos distinguimos es en que no tenemos información de nosotros mismos. Nuestro sector, como en la obra del dramaturgo Jesús Campos, funciona a ciegas.

A ciegas
En Barcelona existen desde hace muchos años las famosas “espietes” de Adetca que, semana tras semana, nos suministran información precisa de la actividad de todos los teatros de la ciudad de Barcelona y, cada año, nos aportan unos anuarios que nos permiten ver las tendencias del mercado. En el resto de España, con honrosas excepciones, todo es oscuridad. ¿Por qué no se utiliza la misma metodología y aplicación para captar datos de todos los espacios escénicos de España?


Hace años que en los foros del sector hay reflexiones críticas sobre el déficit de datos objetivos y fiables. En el momento actual, por ejemplo, no podemos afirmar dónde los espectadores han aumentado, han descendido o se mantienen. No sabemos si hay proporción entre la evolución de la oferta y de la demanda. Y si no sabemos esto es difícil tomar decisiones estratégicas.
Me pregunto la razón que impide generalizar el método de las “espietes”. Tal vezi aún hay alguien que piensa que dar datos de su actividad le puede hacer daño. O a lo mejor alguien piensa que tal vez algún dirigente prefiere que el sector no disponga de datos objetivos para poder proclamar sus estimaciones subjetivas. Me inclino a pensar, en el fondo, que la falta de datos es por desidia colectiva y falta de disciplina. Los que nos dedicamos al análisis de la actividad del sector tenemos que recurrir a métodos de expertos para buscar la objetividad por otro camino, pero estaría muy bien algo tan simple como la generalización de las “espietes”.

A la deriva
El sector no sólo navega a ciegas sino que también lo hace sin timón. Nuestra tribu ácrata funciona a impulsos y las olas nos pueden llevar a una playa paradisíaca o embarrancarnos en un islote y pasar desapercibidos el resto de nuestros días. Cada vez estoy más convencido que si no urdimos estrategias colectivas es muy difícil conseguir el éxito individual. Hemos creado muchas entidades pero de nada nos sirve tener tantos presidentes si no somos capaces de funcionar como sistema.
Nuestro sector, en estos tiempos de turbulencias, parece que va a la deriva. No hay voces colectivas que propongan una hoja de ruta y cada uno inventa su camino. Aún estaremos de suerte y embarrancaremos en el mismo islote y así, por lo menos, podremos celebrar una gala.

¿Dónde están los políticos?
Al inicio de nuestra etapa democrática nos vendieron el Estado del Bienestar. Y nos imaginamos que bajo este paradigma podíamos desarrollar el Estado de la Cultura. Los datos económicos que nos subministraban nos hacían creer que jugábamos en primera división y que nos podíamos codear con los suecos.
Llenamos el territorio de teatros, sin importar el tamaño. El alcoyano Xavi Castillo se pone en la piel de muchos alcaldes cuando dice en escena su famosa frase “Això ho pague jo!”. Los teatros funcionan bien como símbolos del poder. El único problema es que hay que darles vida con programaciones y, para no despertar del sueño del estado del bienestar cobrando entradas a precios exagerados, sus titulares han repetido sin cesar la coletilla “Això ho pague jo!”. Y han subvencionado la producción escénica sin importar la calidad para llenar las estanterías del supermercado escénico.
Luego, con la crisis, los políticos se han puesto a recortar. Cansados de tantos recortes se han puesto a descansar. Mejor dicho, están agachados detrás de un matorral esperando que algún empresario privado les haga una oferta para quedarse con la explotación del teatro y quitárselo de encima. Y los constructores tanto se atreven con el cemento como con los intangibles.

¿Dónde están los empresarios?
Muchos teatros de largo recorrido fueron construidos por agrupaciones de empresarios filantrópicos que apostaron por el arte y la cultura para construir un entorno social de calidad. A los empresarios con espíritu emprendedor el riesgo no les asusta porque saben domesticarlo para que les lleve a resultados satisfactorios. Me pregunto dónde están los empresarios escénicos en el momento que los políticos están desaparecidos. ¿Están luchando para subsistir? ¿Están practicando la técnica del avestruz?
En este momento podrían asumir el liderazgo del sector. Necesitamos emprendedores con capacidad de liderazgo que sepan operar en el mercado con valores de servicio público. A lo mejor se han acostumbrado tanto a la protección pública que ya no se atreven a las acrobacias sin red.

¿Dónde están los creadores?
En los años sesenta y setenta las formaciones artísticas independientes producían y explotaban sus propuestas escénicas sin depender de los recursos públicos. Los creadores se comprometieron con el hecho escénico hasta tal punto que asumieron los riesgos artísticos y empresariales hasta consolidar estéticas de calidad y constituir estructuras de producción solventes.
Ahora los creadores están en casa tomando el té mientras esperan que les llegue por email una propuesta de contrato. No se les ocurre tomar las riendas del sector tal vez porque consideran que esta es una responsabilidad de las instituciones. Los creadores, puestos a empresarios, son imprevisibles: son capaces de tener grandes intuiciones y asumir fuertes riesgos pero luego les cuesta gestionar el proceso. Detrás debe haber un productor o un gestor que rematen la faena. Pero nadie como ellos puede conducir creativamente al sector apostando por la innovación para salir exitosamente de la crisis. ¿Cómo podemos comprometerles?

¿Dónde están los públicos?
Esto es lo que más me duele. Que los políticos, los empresarios y los creadores miren hacia otro lado puedo entenderlo. Pero si los públicos no reaccionan cuando ven que se quiere desmontar lo que se ha construido en tres décadas es que no hemos sido capaces de convencerles de que las artes escénicas son imprescindibles. Es lógico que la mayoría de ciudadanos no se inmuten cuando se cierra un teatro, incluso piensan que es una buena manera de salvar una cama de hospital o un centro escolar. Pero los públicos que hemos consolidado deberían enfadarse mucho con sus representantes políticos cuando recortan sin pestañear la programación escénica.
¿No será que los hemos tratado más como clientes que como ciudadanos? Los públicos siguen siendo para muchos programadores “el lado oscuro de la sala”, ciudadanos anónimos que contabilizamos para elaborar nuestras estadísticas. Nos han importado tan poco sus universos personales que ahora practican la misma indiferencia con los castillos de naipes que hemos construido. Me preocupa que no hayamos sido capaces de formar públicos comprometidos con las artes escénicas porque en el contexto actual serían el principal activo del sector para asegurar su desarrollo sostenible.

Publicado en Artez
Mayo 2012

2 comentaris:

  1. "¿Dónde están los creadores?": En mi opinión en muchos grupos de creadores falta el productor, entendido como la persona que sabe de producción y que conoce el medio. La mayoría de veces la falta de una producción como debe ser acab significando que el grupo bnace muerto o dura muy poco.

    En otro orden de cosas, algunos creadores ignoran lo que es la producción y se reafirman en prejuicios sobre lo que es ser un productor.

    Se tiene que conseguir que los creadores esten en contacto con los foros donde se puedan adquirir las habilidades de producción, para que puedan conectar, para acabar con los mitos y para que, en algunos casos, aprendan a producir por si mismos.

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  2. Estimado Lluc,
    Coincido contigo en que en muchos grupos de creadores no hay un productor. Pero actualmente hay muchas más estructuras de producción que hace dos o tres décadas, por lo que no hace falta que ellos asuman estas funciones, aunque si quieren autoproducir también pueden hacerlo.
    La cuestión es, como tu dices, eliminar los prejuicios sobre los productores y buscar la manera de entrar en contacto con ellos (por ejemplo asistiendo a Mercartes, donde están casi todos y la inscripción es gratuita). Hay que ofrecerles propuestas con valor añadido para captar su interés. Tal vez, las asociaciones de autores y otros creadores deberían hacer de mediadores para iniciar el diálogo.
    Seguimos...

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