20 de setembre del 2012

La tempestad


Nadie duda de que la meteorología de los últimos tiempos es muy adversa. Primero fue el ajuste presupuestario de las administraciones públicas que comportó una drástica reducción de las programaciones y de las ayudas al sector. Hace unos meses los teatros privados empezaron a sufrir un descenso de la demanda por la persistencia de la crisis de consumo. A partir de septiembre, la estocada final con la subida del IVA a cargo del maestro Montoro. Estamos inmersos en una tempestad de primer orden.

Decía Alberto Fernández Torres en noviembre del 2010, en el marco de Mercartes, que tal vez el tsunami no afectaría al sector por su marginalidad, y que esta debilidad tal vez era nuestra fortaleza. Todo indicaba que aguantábamos el impacto de la crisis desde nuestra marginalidad social hasta que Montoro se dio cuenta de que seguíamos vivos y quiso ajustar cuentas. Las proyecciones de consultoras independientes hablan de un 20% de reducción de demanda.

Después de tres décadas de bulimia nos hemos adelgazado: no sabemos si sólo hemos perdido grasa o también músculo. Entre la niebla, que no se disipa aún, se entrevén siete caminos que tal vez nos lleven a alguna parte. Los agentes escénicos que siguen activos tienen siete alternativas que quiero analizar para aportar argumentos que alimenten la reflexión:

  1. Bajar la persiana. Si hay síntomas claros de que nuestro proyecto se ha vuelto inviable en el nuevo contexto, lo más razonable es cerrarlo o inactivarlo esperando tiempos mejores. En el mundo animal hay muchos ejemplos de animales que hibernan o se enquistan esperando circunstancias favorables. Cerrar un proyecto puede herir el orgullo artístico o empresarial porque se asocia a fracaso, pero el auténtico fracaso como emprendedores es seguir empecinados en desarrollar un proyecto escénico en un contexto donde no hay nutrientes. Tal vez no es orgullo sino romanticismo, pero en cualquier caso es algo que no concuerda con la razón objetiva. Hay miedo al abismo que se abre después: ¿A qué nos dedicamos? ¿Volvemos a la prosa?
  2. Autoexplotación. La mayoría de organizaciones escénicas subsisten en este contexto turbulento porque dedican el doble de tiempo para conseguir un resultado aceptable. Es nuestra tendencia natural porque seguimos pensando que nuestro tiempo no tiene valor económico o porque nos movemos en un mix entre profesionalidad y militancia. Aunque dedicar más tiempo al desarrollo de proyectos, sacándolo de nuestra calidad de vida, es una solución temporal razonable, la autoexplotación como sistema no nos llevará a ninguna parte.
  3. Internacionalizarse. Decir que la solución es internacionalizarse es inventar la sopa de ajo. Es evidente que durante las tres décadas anteriores, excepto en el caso de la danza, hemos estado muy cerrados en nuestro mercado interno con la excusa del idioma. De pronto aparecen los profetas que aconsejan internacionalizar nuestra actividad con el argumento de que los mercados exteriores no están tan bloqueados como el nuestro. Pero no nos dicen que también son mercados saturados de oferta, que para que nuestras producciones sean competitivas requieren cierta inversión, que penetrar en un mercado requiere tiempo y dinero. O sea, que no es una solución a corto plazo ni es probable el éxito cuando la internacionalización es un eufemismo de emigración. Pueden internacionalizarse las organizaciones escénicas consolidadas y saneadas que pueden abrir un proceso de expansión e invertir en futuro. Para las demás es un cierto espejismo.
  4. Concentración empresarial. Los manuales de gestión empresarial recomiendan en épocas de vacas flacas agregar estructuras para reducir los gastos fijos y liberar recursos para invertir en proyectos. Es un excelente principio pero hay que recordar dos cosas: que la concentración empresarial (fusión, creación de redes o clústers, creación de UTE para determinados proyectos, etc.) sólo optimiza o reduce los gastos estructurales pero no comporta, por sí misma, un incremento de ingresos; y que la agregación de estructuras es una tarea compleja. Muchos intentos fracasan porque no se sigue un procedimiento adecuado o porque no se quiere renunciar a una determinada forma de hacer las cosas. Se ha abierto ya la puerta de concentración y hay aproximaciones entre agentes públicos y privados, entre espacios escénicos de un mismo territorio, se exploran formas de coproducción y de funcionamiento en red, etc. Todos los procesos de concentración son positivos en un sector tan atomizado como el nuestro, pero no son suficientes para desarrollar mercado.
  5. Cambiar el modelo de negocio. Los economistas dicen esto y se quedan decansados. Si cambiar de mercado ya es complejo, cambiar de modelo de negocio aún lo puede ser más. Nuestra experiencia nos permite desarrollar un knowhow que es nuestro principal activo. Cambiar de modelo de negocio no debe comportar cambiar se sector de actividad ni de competencia funcional. Puede ser un reposicionamiento estratégico de mi organización, un cambio de sistema productivo, o la adopción de un modelo de marketing centrado en el cliente. Debemos encajar los nichos o filones de demanda con lo que sabemos hacer y nos gusta hacer, debemos partir de un análisis permanente de las nuevas necesidades del mercado porque éstas son dinámicas y evolucionan constantemente, debemos elaborar un plan de viabilidad antes de invertir los primeros dineros. Es una vía razonable si se hace de la mano de un experto.
  6. Volver a las trincheras. Volver al teatro independiente, a la cooperativa, a la militancia escénica. Nos hemos acomodado a trabajar en un sistema protegido gracias a las políticas culturales que se han aplicado durante las pocas precedentes. Ahora que en España la cultura no ocupa un lugar central en la acción de gobierno, tal vez tenemos que volver a luchar para que el teatro y la danza formen parte de la vida cotidiana de muchos ciudadanos, que les aporten luz en tiempos de oscuridad y ayuden a dar sentido a sus vidas. Esto significa rearmar nuestro discurso artístico con una dimensión social y política que hemos ido perdiendo. Tal vez son tiempos de teatro social y de denuncia de una sociedad sin valores. Tal vez debemos prodigar el microteatro social, las compañías residentes, la pedagogía escénica, la implicación en proyectos colectivos, sin renunciar a la profesionalidad que hemos conseguido. Debemos afianzar mejor el binomio artes escénicas y sociedad, los dos se necesitan.
  7. Una solución múltiple. Tal vez pensamos que la mejor opción no es ninguna de las anteriores sino todas a la vez. O sea, una solución ecléctica, intentarlo todo para ver qué funciona. Dispersar nuestra energía por varios caminos es lo mismo que no hacer nada. Es no tener camino, zigzaguear por todas partes sin rumbo. O esconder la cabeza debajo del ala. Tal vez andar sin rumbo por varios caminos nos hará perder un tiempo clave. Creo que los responsables de las organizaciones escénicas deben analizar su realidad (interna y externa) y escoger un camino. Sin hoja de ruta normalmente no se llega a ninguna parte.

Jaume Colomer
Publicado en Artez www.artezblai.com 


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