Los espacios
escénicos de titularidad pública, de acuerdo con su misión, pueden tener varios
objetivos como el fomento de la creación en el ámbito local, la formación, la
difusión de la cultura escénica, la programación de espectáculos, etc.
La programación de producciones
escénicas, por lo tanto, no es la única función de un teatro aunque seguramente
es la más visible y relevante, sobre todo porque el desarrollo de espacios escénicos concebidos como
equipamientos culturales de proximidad es un elemento clave de las políticas
culturales basadas en el paradigma de la democratización cultural que tiene
como objetivo facilitar el acceso de los ciudadanos a prácticas culturales de
excelencia.
Tradicionalmente
la programación es responsabilidad de un programador o director artístico con
capacidad para seleccionar las mejores producciones del mercado. La elección se
basa en criterios de calidad, aunque a veces debe tener en cuenta otras
exigencias políticas y de gestión como
llenar la sala o cubrir gastos. Todos sabemos que cuando hablamos de calidad
debemos discernir entre calidad absoluta y relativa. La calidad absoluta se
puede valorar a partir de los cánones vigentes en el sector profesional de una
determinada realidad social. La calidad relativa es la percibida por los
públicos en función de sus valores, estéticas y expectativas.
El
programador debe tener capacidad de análisis de calidad de las producciones del
mercado pero también debe poder valorar la adecuación de las mismas a los
intereses y necesidades de sus públicos.
Vamos a
suponer que la mayoría de programadores de los espacios escénicos tienen
capacidad para analizar la calidad de los productos escénicos del mercado
(algunos lectores dirán que es mucho suponer). Pero me atrevería a asegurar que
pocos conocen los intereses y necesidades de sus públicos, entre otras razones
porque muchas veces no saben ni quiénes son, sólo saben cuantas entradas han
comprado y cuanto dinero han aportado.
El desconocimiento de los
públicos es una realidad en la mayoría de espacios escénicos. Seguramente es consecuencia de
la generalización de los modelos de programación ilustrados importados de las
políticas culturales de democratización junto con el desinterés histórico por
los públicos que tantas veces ha denunciado Lucina Jiménez bajo la metáfora de
"el lado oscuro de la sala" que da nombre a esta sección.
Hay que añadir
también factores organizativos e instrumentales. Algunos responsables de
espacios escénicos municipales comentan que sus responsables orgánicos no les
autorizan a tener una estrategia comunicativa propia (sólo les conceden una
pestaña en la web global del ayuntamiento y son necesarios varios clics para
acceder a ella). Pero lo más sorprendente es que les obligan a vender sus
entradas a través de sistemas de ticketing
externalizado (muchas veces de entidades bancarias) que no les permiten tener
ningún dato sobre los espectadores que acceden a la programación, sólo obtienen
extractos de ventas. Este punto me parece especialmente grave en el momento
actual porque hay instrumentos tecnológicos de gestión directa de la venta de
entradas que, además de reducir costes, aportan mucha información sobre los
espectadores.
Un modelo relacional de gestión
de públicos escénicos se basa en la comunicación directa del equipo de gestión
con sus públicos, no hay otra
forma de construir relaciones satisfactorias de largo recorrido que generen
confianza y, más adelante, compromiso.
Un espacio
escénico debe establecer un sistema cibernético de comunicación basado en tres
funciones: la difusión de contenidos, la recepción de demandas y el análisis de
flujos y resultados. Si una de estas funciones está mal resuelta la
comunicación no es eficaz. Si no sembramos no recogemos, si no recogemos no
tiene sentido sembrar, y sin un sistema de análisis andamos a ciegas.
a) Para la difusión de contenidos podemos mantener algunos
productos y canales de la comunicación convencional pero debemos apostar prioritariamente por las herramientas de comunicación
digital porque en el momento actual la mayoría de ciudadanos (casi dos
tercios en sociedades avanzadas) se informan y comunican por Internet y,
además, comporta un coste menor. Los elementos digitales proyectivos más
relevantes son los que propone el eMailMarketing
(el correo electrónico en el momento actual es el canal de relación más
eficiente, especialmente si se usan aplicaciones como MailChimp que simplifican su gestión y aumentan su impacto). En la
difusión de contenidos son muy importantes las redes digitales como instrumentos que facilitan procesos virales informativos,
prescriptivos y participativos que generan tráfico hacia la web corporativa.
También son importantes los blogs
como plataformas para compartir opiniones. En difusión es muy importante la
diversidad de canales y el valor de los mensajes que se lanzan en ellos.
b) Las acciones
de difusión no tienen como objetivo inmediato vender sino generar tráfico hacia
los dos elementos receptivos más
importantes de nuestro sistema: la web y
el punto de atención presencial. La
web es el instrumento fundamental: debe estar bien construida para conseguir un
buen posicionamiento en las búsquedas de los navegadores, y cuando se llegue a
ella se debe poder satisfacer con un solo clic dos tipos de demanda: la de compra de entradas y la de más información (subscripción a la
newsletter por ejemplo).
El punto de
atención presencial sigue siendo muy importante, pero hay que transformar la tradicional taquilla, con su agujero y
megafonía hostil, en un espacio
relacional amable y funcional para conseguir la atención a demandas de los
espectadores, entre otras la compra de entradas, para generar confianza.
El objetivo
de los elementos receptivos es captar públicos interesados que quieran
relacionarse con nosotros y nos faciliten sus datos de contacto y nos autoricen
a enviarles propuestas. Según Seth Godin,
autor del libro Marketing del permiso,
esta es la base de la estrategia del marketing relacional.
Una vez los espectadores nos han
abierto sus puertas debemos dialogar con ellos. Las aplicaciones tecnológicas
nos facilitarán la comunicación personalizada, pero debemos cuidar dos cosas:
generar contenidos de valor y regular la frecuencia de los mensajes.
La programación surgirá de este
diálogo. No
concebimos la participación de los espectadores en la confección de la
programación como la atención mecánica a sus demandas porque es lógico que
pidan contenidos y estéticas que conocen, y esto les impediría conocer nuevas
propuestas y ampliar sus intereses y registros estéticos. El diálogo permanente
dará muchas pistas al programador para proponer a sus públicos objetivo
propuestas que satisfagan sus expectativas.
Vuelvo al
punto de inicio: el programador profesional debe tener capacidad de análisis de
contenidos pero es indispensable que pueda valorar, a partir del diálogo
permanente, si estos contenidos son adecuados para sus públicos.
Jaume Colomer
Publicado en Artez www.artezblai.com
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