El secreto mejor
guardado por los espectadores es cómo eligen, y con qué criterios, una obra de
teatro.
Si los espacios escénicos tuvieran esta información de sus públicos objetivo
podrían conseguir que sus resultados sociales o económicos fueran excelentes.
Para conseguir esta información hay un método
muy barato y eficaz: hablar con los espectadores.
En el marco de una investigación
en curso he tenido la oportunidad de realizar varias reuniones con grupos de
espectadores de distintos perfiles para contrastar y complementar los
resultados de una encuesta sobre consumo escénico y actitudes ante la oferta de
los teatros de la ciudad. El espacio escénico, que es de titularidad pública y
tiene un notable recorrido y prestigio, quiere conocer a sus espectadores para
tomar decisiones acertadas. Los debates me han permitido tener argumentos de
primera mano sobre los criterios que aplican los espectadores en la elección de
una obra y qué tipo de experiencia escénica buscan, y esto me ha llevado a una
permanente reflexión. El estudio no está terminado, y supongo que en su momento
tendré la ocasión de presentar resultados definitivos, pero avanzo algunas
concusiones y consideraciones con el objetivo de fomentar la reflexión
compartida.
La información aportada por el
estudio me permite hacer tres consideraciones
generales de carácter previo:
·
Que en el universo de los espectadores hay una gran
diversidad de gustos y preferencias,
así como de procedimientos y criterios de
elección. Se equivocan los que piensan que los espectadores tienen un
comportamiento uniforme.
·
Que los
espectadores saben, en general, lo que quieren. Algunos lo argumentarán con
un argot más teatral, otros con razonamientos más simples, pero la mayoría tienen
capacidad crítica. Se equivocan también los que creen que aceptan cualquier propuesta.
·
Que les
gusta hablar de teatro y que su espacio escénico habitual les pregunte
sobre su experiencia teatral y sus preferencias. Me consta que hay pocos
espacios escénicos que dialoguen habitualmente con sus espectadores.
Entrando ya en aspectos más
específicos podemos deducir que hay tres
perfiles de espectadores en relación al procedimiento de elección de una
obra, aunque hay espectadores que aplican eclécticamente un combinado de ellos:
a. Los espectadores
que confían en una sala y acuden a
ver sus propuestas sin analizar previamente las obras programadas.
b. Los que van a
ver una función por recomendación de
terceros, sean familiares, amigos, compañeros de trabajo o críticos
teatrales.
c. Los que eligen
una obra con criterios propios a
partir de su experiencia. En este caso, el grado de experiencia teatral es un
factor diferencial en relación a los criterios utilizados.
Los que eligen las obras a partir
de sus propios criterios aplican habitualmente una combinatoria de factores entre los que se incluyen factores subjetivos de interés o calidad, y
factores objetivos como las instalaciones, el precio y otros. Entre
los factores subjetivos más citados destacan la obra y el autor, la puesta en escena y el director artístico, los
intèrpretes, el género escénico, etc. Hay espectadores que consideran que
el factor clave es la obra mientras otros consideran que es la interpretación. La
mayoría consideran que son factores indisociables, y que su encaje es lo que
permite que el espectador “entre” en la obra, que viva cada historia relatada
como si fuera una experiencia real, que le trascienda, que durante las horas o
días siguientes recuerde frases o momentos, y que le guste comentarla con otros
espectadores que la han visto o aconsejar a los demás que vayan a verla. Muchos
comentan que una experiencia escénica es satisfactoria si tiene un grado
notable de emotividad y es capaz de provocar una reflexión sobre la realidad
personal y social.
La mayoría de espectadores tienen
sus salas favoritas: aquéllas que han
conseguido generar en ellos confianza en sus propuestas de valor porque
coinciden con sus gustos o preferencias. Las salas favoritas se convierten
progresivamente en sus proveedoras habituales porque les garantizan una buena
elección. También hay algunos espectadores que no crean vínculos con ninguna
sala porque prefieren explorar nuevos estilos, estéticas y formatos, apostando
por la diversidad y el riesgo de lo
desconocido, paseando de sala en sala para descubrir nuevas experiencias.
Según los argumentos descritos, la
calidad supuesta es el factor básico
de elección de una obra. Al preguntarles qué consideran qué es la calidad van aportando significados
notablemente distintos, lo que permite considerar que hay una calidad subjetiva, distinta de la calidad técnica u objetiva, que está
vinculada a sus gustos, preferencias y expectativas forjados a partir de su
experiencia escénica, positiva o negativa, y que a veces el criterio de calidad
que aplican los programadores no
coincide con el suyo provocando desencuentros. A menudo consideran que la calidad
de una programación requiere diversidad
de contenidos y estéticas e innovación
permanente en sus propuestas.
Hay factores complementarios que no determinan pero sí condicionan la
elección. Uno de ellos es el precio.
Aunque la mayoría de espectadores
esporádicos dicen que si una obra les interesa no dejarán de verla por el
precio de las entradas, los espectadores
asiduos consideran que el precio es un factor muy importante. Si no les
interesa una obra determinada, aunque las entradas sean muy baratas, no irán a
verla, pero si una obra les interesa pueden renunciar a verla porque su precio
supera lo que consideran justo o su capacidad adquisita. Los asiduos encuentran
en los abonos, sobre todo si se ajustan a sus hábitos y magnitudes de consumo, una
buena manera de reducir el coste por función.
Además del factor precio tienen
en cuenta otros condicionantes objetivos como la ubicación de la sala, las facilidades
para aparcar o el fácil acceso con
transporte público, las instalaciones,
la comodidad de los asientos, la visibilidad y sonorización, la climatización, etc. Uno de los factores
más decisivos en la elección de una sala como proveedora habitual es la atención que reciben del equipo de taquilla
y de sala, especialmente en la gestión de incidencias como cambio de fecha,
retrasos, etc. y los servicios auxiliares que tiene el teatro, especialmente el
servicio de cafetería y restaurante.
De los argumentos descritos se
puede deducir que la mayoría de espectadores habituales eligen sus obras de forma racional, valorando los factores expuestos
a partir de su experiencia, y que sólo
hacen compra compulsiva los espectadores reactivos, ocasionales, que buscan
en el teatro más un acto social que una experiencia artística.
Estos argumentos nos llevan a
formular tres consideraciones:
·
Que los
buenos resultados de una programación escénica sólo se consiguen si se
conocen los gustos, preferencias e intereses de los espectadores objetivo.
·
Que los espacios escénicos tienen una gran oportunidad de hablar con sus
espectadores, de forma presencial y electrónica, para conocer sus gustos e
intereses y saber cómo valoran sus experiencias.
·
Que en la medida que los conozcan mejor conseguirán
satisfacer mejor sus expectativas e intereses, y esto hará que aumente la confianza entre las partes y asistan
más asiduamente a su programación para obtener una mayor rentabilidad
social y económica.
Jaume Colomer
Publicado en Artez
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